Últimamente, multitud de medios apuntan a una posible nueva burbuja: la de las startups.
Es decir, aquellas empresas de reciente creación que presentan grandes posibilidades de desarrollo y crecimiento, normalmente, pertenecientes al sector de las nuevas tecnologías. Una de sus características son los bajos costes asociados a su puesta en marcha y desarrollo, lo que normalmente facilita la entrada de inversores de diversos perfiles. Tras un período de bonanza, diversas voces hablan de la burbuja de las startups. ¿Qué hay de verdad en ello?
En el caso español, la creación de startups creció en 2016 un 26 % respecto al año anterior, recibiendo más de 500 millones de euros de inversión privada. Este rápido empuje hace temer a algunos expertos el estallido de una burbuja, como ya sucedió con las empresas puntocom, una conclusión que, sin embargo, no comparten otros muchos estudiosos del fenómeno startup.
Los negocios digitales en España, a diferencia de otros países de nuestro entorno, siguen aguantado el tipo. Si bien ya quedaron atrás los tiempos en los que bastaban mil euros para poner en pie una startup (ay, qué tiempos aquellos...), el modelo de negocio que representan apenas presenta síntomas de agotamiento en nuestro país. Desde Refineria, empresa de diseño web en Mallorca, aplicaciones para móviles, marketing digital y todo lo relacionado con la creación y puesta en marcha de startups, advertimos de la necesidad de importantes inversiones en este tipo de negocios que, aun así, siguen ofreciendo interesantes beneficios.
Expertos de reconocido prestigio han matizado sus profecías alarmistas acerca de la burbuja de las startups españolas: ni se ha producido el estallido ni la disminución en la inversión en estos negocios ha sido tan importante. Lo cierto es que hay mitos acerca de las startups que conviene matizar, como por ejemplo el que sólo buscan la financiación. En realidad, muchos de estos negocios ofrecen una alta rentabilidad. Lo que sucede es que la inversión inicial es muy importante, inversión que no es compensada hasta que la startup consigue desarrollarse plenamente. Un ejemplo fue la compra por más de 1.300 millones de dólares de YouTube por Google en 2006, negocio que no empezó a ser rentable hasta 2011.
Otro mito acerca de las startups es que su precio está artificialmente inflado, lo cual no es cierto. Las empresas valen lo que sus inversores decidan pagar por ellas y las startups no son una excepción. Paralelamente a esta afirmación, se suele decir que estos negocios solo buscan inflarse para venderse rápidamente al mejor postor, algo que también hacen empresas de otros sectores. El objetivo de todo inversor de capital riesgo es tomar un activo, impulsarlo, hacerlo rentable y venderlo, proceso que no es ajeno a las startups y que suele llevar algunos años.
A pesar de que un gran porcentaje de startups españolas mueren antes de los cinco años, muchas consiguen sobrevivir, desarrollarse y madurar. Sólo una buena financiación, un plan de negocio claro y una adecuada inversión en marketing digital, como el os ofrecemos desde Refineria os permitirá sobrevivir en el apasionante pero complejo mundo de las startups.