¿Te llamamos?
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16.08.2018 Refineria

¿Refleja la legislación actual la realidad en que vivimos?

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La realidad ha ido siempre por delante de la legislación. Siempre ha sido así y no nos engañemos, probablemente siempre lo será. Pero se está acelerando la velocidad a la que se están distanciado ambos conceptos. Esto provoca vacíos legales que llevan a situaciones que, en el mejor de los casos, podemos considerar curiosas.

La gran mayoría de nuestras leyes se pensaron hace mucho tiempo, cuando el mando a distancia  y las maquinas arcade eran tecnología punta (Mario no era fontanero aún). No es extraño entonces que muchas de las startups que surgen a diario lo hagan sin una clara regulación a la que acogerse.


Regreso al Futuro I

No sé cuánto queda para los coches voladores, pero los que se conducen solos están a la vuelta de la esquina y lo cierto es ni siquiera se nos ha ocurrido empezar a pensar en sus implicaciones legales.

Mark Zuckerberg era prácticamente un adolescente cuando sacudió el mundo dando la vuelta nuestras relaciones sociales, hoy ya forma parte de la tercera edad de Silicon Valley, pero sus juguetes (FACEBOOK, INSTAGRAM, WhatsApp) y los de alguno de sus amigos (TWITTER, SNAPCHAT…) hace tiempo que forman parte de nuestra vida cotidiana y su regulación sigue siendo un tema controvertido.


KITT, te necesito

Tomemos como ejemplo los coches autónomos, que últimamente están on fire. El primer atropello mortal de un coche autónomo en pruebas de UBER; el primer accidente mortal de un TESLA mientras tenía activado el modo de conducción semiautónoma; la multa un coche de CRUISE (GM) por no cederle el paso a un peatón durante la conducción autónoma en San Francisco…

Todas ellas tienen repercusiones legales, pero fijémonos en la última en la que el coche fue multado por pasar a menos de tres metros del peatón y no cederle el paso. Desde la empresa alegan que el coche pasó a 3,3 metros del peatón por lo que cumplió la normativa. Aquí es donde viene lo mejor, ¡legalmente, ambos tienen razón! El coche autónomo, no sólo, se ciñó a la norma, es que le sobraron 30 centímetros. Pero es que el peatón iba a, así que debió cederle el paso.

El espíritu de la norma, ¡aquí es donde está el quid de la cuestión! El coche autónomo no tenía ni una sola línea de código sobre eso, así que podríamos decir que le falló el sentido común (falla entre los humanos, como no va a fallar en una máquina…) En breve también serán capaces de interpretar el espíritu de la norma, pero de momento deberíamos tener en cunta que la legislación es ajena a todas estas consideraciones.

Con este ejemplo queremos poner de manifiesto la necesidad de adaptar la legislación y la forma en que se legisla a la nueva realidad en que vivimos. Una realidad en la que los cambios se suceden a una velocidad vertiginosa y que aumenta de forma exponencial. En un futuro no muy lejano conviviremos con una nueva raza, las maquinas autónomas o semiautónomas.

Casi semanalmente asistimos a una revolución que lo va a cambiar todo y aunque al final la mayoría no son tan definitivas como nos vendían, siempre queda algo. No podemos permitirnos los vacíos legales que genera cada cambio tecnológico. Necesitamos un entorno legal que nos de seguridad jurídica como ciudadanos y que garantice que las empresas compitan entre si de forma justa. La única forma de conseguirlo es agilizando los procesos burocráticos y tener en cuenta las tendencias tecnológicas de as que estamos tan pendientes en Refineria y que cambian nuestra vida cotidiana casi sin darnos cuenta. 





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